Esta isla artificial francesa tiene dos pisos y alberga a 350 personas, ofreciendo un restaurante, bar, piscina de agua dulce más una variedad de actividades de entretenimiento.
La iniciativa generó oposición debido a los posibles riesgos para la flora y fauna local. Críticas sobre la aberración ecológica se han manifestado ampliamente, como se reporta en L’Echo Touristique, un portal turístico de Francia. Sus detractores argumentan que el proyecto perjudicaría al ecosistema marino y costero de la región.
El proyecto enfrentó bloqueos judiciales que llevaron a los promotores al borde de abandonar la iniciativa. Finalmente, obtuvieron las autorizaciones gubernamentales necesarias para su funcionamiento. Sin embargo, la oposición persiste, con críticas que provienen incluso de alcaldes de la región, como los de Niza y Toulon, quienes denuncian la “explotación comercial del medio marino”.
Un aspecto destacado de la controversia es que la isla no está vinculada a ningún municipio específico, lo que significa que no contribuye a los impuestos locales que los comercios en tierra firme deben pagar. Esto ha sido otro punto de discordia entre los críticos del proyecto y los promotores.
A pesar de la oposición, Isla Canua ha comenzado a recibir visitantes y está estableciendo su presencia como un nuevo destino turístico en la región. La operación de esta isla artificial marca una innovación en la industria de los viajes, atrayendo a un segmento de turistas interesados en experiencias exclusivas y poco convencionales.
El futuro de Isla Canua dependerá de cómo maneje las críticas y de su impacto real en el medio ambiente local. La situación continúa evolucionando mientras el nuevo destino busca consolidarse en el mercado turístico de la Costa Azul.