Quienes visitan Europa por primera vez encontrarán un continente repleto de historia, arquitectura y paisajes diversos para recorrerse en pocos días gracias a su excelente conectividad. Desde las capitales clásicas como París, Roma o Madrid hasta joyas menos conocidas como Budapest, Brujas o Porto, en Hungría, Bélgica y Portugal respectivamente, este destino es uno de los favoritos de los vacacionistas argentinos, especialmente en sus primeras travesías internacionales.
Planificar bien la ruta es clave para no saturarse ni dejar lo esencial afuera. Un itinerario recomendado para una primera vez puede combinar tres países con culturas distintas —por ejemplo, España, Francia e Italia— aprovechando el sistema ferroviario europeo o vuelos low cost.
Reservar alojamiento con antelación permite ahorrar y dormir en zonas bien ubicadas. Las cadenas hoteleras, los hostels boutique y los departamentos temporarios abundan en las ciudades principales, pero también es posible encontrar propuestas con encanto en pueblos o barrios menos turísticos.
El idioma no es una barrera gracias al uso extendido del inglés y las apps de traducción. Aun así, aprender algunas frases básicas en el idioma local (como gracias, por favor o cuánto cuesta) suele abrir puertas y generar empatía con los anfitriones.
Museos, monumentos y espacios públicos ofrecen descuentos para menores de 26 años, docentes o jubilados. Muchas atracciones permiten el ingreso gratuito ciertos días de la semana o con reservas anticipadas, lo cual mejora la experiencia sin afectar el presupuesto.
Comer como local es una experiencia en sí misma. Probar una baguette en París, una pasta artesanal en Roma o unas tapas en Barcelona es parte del viaje. Los mercados, los food trucks y los restaurantes de menú del día son opciones accesibles y sabrosas.
Cuidar el tiempo y la energía ayuda a disfrutar sin agotamiento. La tentación de ver todo puede jugar en contra. Conviene alternar jornadas intensas con otras más relajadas para recorrer a pie, improvisar y descubrir pequeños rincones fuera del radar.
Europa se disfruta tanto en verano como en otras estaciones. Quienes eligen el otoño o la primavera evitan aglomeraciones, ahorran en vuelos y alojamiento, y encuentran paisajes únicos como los viñedos dorados del sur de Francia o los cerezos en flor de Berlín.
Con una correcta preparación y una mirada abierta, el primer viaje a Europa no solo se recuerda para siempre, sino que suele ser el punto de partida para volver una y otra vez. Un continente compacto, diverso y vibrante que invita a explorarlo sin prisa y con todos los sentidos.