Europa atraviesa una creciente tensión social vinculada al turismo de masas como se reflejó en las recientes protestas, actos de vandalismo y manifestaciones públicas en varias ciudades del viejo continente continente como Roma, Madrid y Lisboa. Al mismo tiempo, ONU Turismo confirmó que la llegada de visitantes extranjeros sigue en alza, profundizando una crisis de convivencia entre residentes locales y visitantes extranjeros.
La situación se agravó tras los incidentes ocurridos recientemente en Barcelona cuando manifestantes confrontaron a turistas en la vía pública. La Alianza SET (Sur de Europa contra la Turistificación) coordinó marchas simultáneas en destinos como Palma de Mallorca, Ibiza, Málaga, Granada, San Sebastián, Venecia, Lisboa y París. Los reclamos se enfocan en la pérdida de calidad de vida, el aumento del precio de los alquileres y la transformación de los barrios en escenarios para el consumo turístico.
En ciudades como San Sebastián, los manifestantes realizaron el llamado “paseo ruidoso”, una protesta simbólica que consiste en golpear maletas para incomodar a los visitantes. También se registraron acciones más agresivas, como el uso de pistolas de agua contra turistas y la exhibición de pancartas con consignas como “El turismo de masas mata a la ciudad”. Estas acciones buscan visibilizar el malestar de los residentes frente al avance desmedido del modelo turístico actual.
“Nuestro enemigo no es el turista, sino los especuladores y explotadores que lucran con el turismo”, afirmó Asier Basurto, vocero de la Alianza SET y organizador de la protesta en San Sebastián. En declaraciones a medios locales, denunció que el desarrollo turístico “aleja a los jóvenes y vacía los barrios”, convirtiendo ciudades enteras en postales sin vida local.
El fenómeno no se limita a España. En Venecia, donde se implementó un sistema de peaje turístico, los residentes también expresaron su rechazo, advirtiendo que “la ciudad ya no les pertenece”. En Lisboa, las quejas se centran en la presión que el turismo ejerce sobre el mercado inmobiliario y los servicios públicos. En París, los activistas denuncian la disneyficación de los espacios históricos y la pérdida de identidad barrial.
Mientras crecen las protestas, los datos oficiales muestran una realidad paralela: según ONU Turismo, Europa recibió 125 millones de turistas internacionales durante el primer trimestre de 2025, un 2% más que en el mismo periodo de 2024, y un 5% por encima de los niveles prepandemia. La Europa Meridional Mediterránea experimentó un crecimiento del 2% en llegadas, evidenciando el auge del turismo incluso en temporada baja.
Este contraste entre el crecimiento de la demanda turística y el rechazo social plantea nuevos desafíos para los gobiernos y operadores del sector. La presión sobre la infraestructura urbana, la especulación inmobiliaria y el agotamiento de los recursos locales obligan a repensar el modelo de desarrollo turístico, con políticas que regulen el volumen de visitantes y protejan el tejido social de las ciudades receptoras.
El caso europeo podría funcionar como una advertencia para destinos emergentes en otras regiones del mundo. Sin planificación y límites claros, el éxito turístico puede transformarse en un factor de conflicto y desplazamiento social, tal como lo muestran los reclamos cada vez más organizados y masivos. Europa, hoy epicentro del turismo global, enfrenta el reto de conciliar crecimiento económico con sostenibilidad y justicia urbana.
