Corea del Norte sorprendió al mundo con la reapertura parcial de sus fronteras para escapadas turísticas desde 645 euros dirigidas a visitantes occidentales bajo estrictas condiciones de confidencialidad. Luego de cinco años de aislamiento absoluto por la pandemia de COVID-19, el régimen del presidente Kim Jong-un busca revivir su industria de los viajes para captar divisas en medio de un escenario económico restringido por sanciones internacionales.
La medida se concreta a través de las agencias Koryo Tours y Young Pioneer Tours, ambas con sede en Pekín, que esta semana se convirtieron en las primeras compañías occidentales en cruzar la frontera norcoreana desde el cierre en 2020. El destino elegido es Rason, una zona económica especial ubicada en el noreste del país, en el límite con China y Rusia, históricamente utilizada como laboratorio de tímidas reformas económicas.
Los paquetes turísticos, que comenzarán en febrero, ofrecen visitas guiadas a Rason con itinerarios diseñados bajo estricto control estatal, donde se privilegia la seguridad, el cumplimiento de normas internas y la limitación en el uso de cámaras o redes sociales. Los visitantes deben comprometerse a no divulgar imágenes, opiniones o información sensible sobre lo que vean en el país, según adelantaron ambas agencias.
Antes del cierre por la pandemia, Corea del Norte recibía alrededor de 5.000 turistas occidentales al año, en su mayoría provenientes de Europa, Australia y Canadá. Con la reapertura de Rason, el régimen norcoreano apunta a reactivar ese flujo selectivo de visitantes sin modificar el perfil cerrado y controlado del resto del país.
Hasta el momento, los ciudadanos estadounidenses continúan prohibidos de ingresar, debido a la sanción impuesta por el Departamento de Estado tras la muerte del estudiante Otto Warmbier en 2017.
Los analistas interpretan este giro como una señal de apertura pragmática, en respuesta a la necesidad de ingresos en moneda fuerte, así como una posibilidad de restablecer lazos con socios regionales clave como China y Rusia. Si bien se trata de un paso limitado, algunos expertos consideran que podría anticipar una flexibilización progresiva de la política de aislamiento exterior.
El costo base de 645 euros incluye alojamiento, traslados internos, alimentación y asistencia permanente de guías autorizados. No se permite viajar por cuenta propia, y todo el recorrido se realiza dentro de un marco oficial cuidadosamente definido. Los paquetes se centran en actividades culturales, visitas a mercados estatales, recorridos por fábricas y reuniones con funcionarios locales.
Aunque el acceso a otras regiones del país sigue prohibido, la reapertura de Rason marca un punto de inflexión para el turismo internacional en Corea del Norte. En un escenario global marcado por la competencia entre destinos emergentes, la inclusión controlada de extranjeros podría ser vista por el régimen como una herramienta de propaganda y alivio económico a la vez.
Para los pocos viajeros autorizados, visitar Rason no será solo una rareza exótica. Será, en palabras de las propias agencias, “un privilegio condicionado al silencio”. Y en Corea del Norte, ese silencio puede valer tanto como la experiencia misma.