¿Qué es lo que motiva a una persona a viajar? Sin lugar a dudas, se trata de una pregunta con múltiples respuestas, y probablemente haya tantos motivos como gente en el mundo. Cada ser humano es un universo en sí mismo y, por ende, las razones para moverse varían muchísimo. Hay quienes sólo viajan para escaparse de la rutina cotidiana y alejar el estrés laboral mientras se tiran durante horas en una reposera o en alguna playa.
Otros, en cambio, creen que ese modo de viajar está vacío de contenido y no pueden quedarse quietos: van de acá para allá por las grandes ciudades buscando conocer la idiosincrasia del lugar que visitan, qué comidas eligen los locales, qué olores hay en las calles, cómo se relacionan las personas entre sí. En cambio, otras personas sólo van por ahí con el afán de sacar fotos y documentar cada paso que dan durante sus vacaciones. En fin, hay una infinidad de argumentos para comprar un pasaje, subirse a un avión, auto, tren o colectivo y recorrer el planeta. La pregunta que cabría hacerse ahora es cuál es la motivación de un argentino para viajar por su país.
Muchos dirán que es el alto valor del dólar que les impide irse a las playas brasileñas o a cualquier otro destino del exterior. No obstante, la gran mayoría seguramente podría decir (y con justa razón) que Argentina es un lugar tan amplio, bello y diverso que no alcanzaría una vida para terminar de conocerlo en profundidad. Son tantos sus paisajes, sus atractivos y sus culturas que constantemente invita a dirigirse a una región distinta de su territorio. Sin lugar a dudas, un motivo más que interesante y poco explotado para pasar las vacaciones en este país es el de conocer la enorme diversidad cultural de los pueblos originarios que habitan este suelo. Para ser concretos, hay un total de 39 pueblos-naciones originarias en Argentina. Cada una de ellas tiene su propia cosmovisión, idioma, espiritualidad, arte y tradiciones milenarias.
Con ese nivel de heterogeneidad, ¿cómo no sentir intriga por este tipo de turismo que busca vincular a los pasajeros de manera estrecha con sus propias raíces? Porque si bien es cierto que una enorme mayoría de la población argentina tiene ascendencia europea, también es real que casi todos poseen algún componente originario en su árbol genealógico. Además, los pueblos autóctonos cuentan de la manera más transparente y real la historia de estas tierras, que no se limita a los tiempos de la invasión y de la conquista europea, sino que va mucho más atrás en el tiempo. Sus prácticas y costumbres se remontan a la vieja América, a la época en la que ni siquiera se llamaba así.
Nunca hay que olvidar que muchos siglos antes de la invasión europea y de la irrupción de la cultura occidental acá ya había civilizaciones asentadas y con un altísimo nivel de desarrollo.
Los vestigios de aquellos antiguos años se pueden ver aún hoy en los pueblos originarios que habitan Argentina, y la actividad turística es una de las principales herramientas que existen para difundir esa rica historia a nivel nacional. En este punto es donde entra en juego el concepto de turismo con identidad.
El objetivo de pasar unas hermosas vacaciones en territorio ancestral indígena tiene como principal sentido promover el respeto hacia otras culturas, aprender sobre formas de vida diferentes y apoyar a los emprendimientos de este segmento. Este tipo de viajes ya están muy difundidos en otros países de la región, como Panamá, México, Ecuador, Perú y Brasil. Argentina aún se encuentra en una etapa de desarrollo, aunque desde hace varios años existen algunos emprendimientos modelo que pueden servir como base para copiar y reproducir en otras provincias. Un claro ejemplo es el trabajo que llevan a cabo los mapuches en Malargüe, ciudad ubicada al sur de Mendoza.
Las comunidades de Malal Pincheira, El Altepal, Limay Kurref y Ranquil Ko permiten que los turistas se hospeden con ellos en un camping rural para disfrutar de la gastronomía tradicional, comprar artesanías en cuero y lana, y realizar actividades de esparcimiento como ciclismo de montaña, caminatas y cabalgatas con guías de la comunidad.
Múltiples atractivos en cada región
Un dato interesante y que puede servir como espacio de consulta para cualquiera que este planificando unas vacaciones de este estilo es que en el país funciona la Red Argentina de Turismo Rural Comunitario (RATURC), que desde hace más de 10 años nuclea diferentes emprendimientos comunitarios. Según señalan desde el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación, se trata de un proyecto que promueve la inclusión de los pueblos indígenas y sus descendientes como sujetos activos en la cadena de valor turística, fortaleciendo y difundiendo el turismo rural comunitario como un producto turístico innovador, basado en un intercambio cultural genuino y una relación responsable entre lugareños y viajeros.
Dentro de este organismo los destinos y regiones se organizan en cuatro grupos: Norte, Litoral, Cuyo y Patagonia. Acá están agrupadas varias cooperativas, comunidades originarias y familias campesinas que se organizaron de manera conjunta para complementar y diversificar sus ingresos mediante una sólida oferta vacacional. Entre sus objetivos se encuentra lograr que los visitantes puedan hacer turismo de manera responsable y respetuoso con la cosmovisión y la organización de la comunidad que los recibe.
En los emprendimientos que integran esta red los pasajeros podrán hospedarse en casas de familia, participar de rituales y trabajos que realiza cada comunidad, hacer artesanías, cosechar, elaborar comidas tradicionales, y vivenciar distintas experiencias que les permitan conocer de forma auténtica cómo es el modo de vida de cada lugar. Por ejemplo, en Salta y Jujuy se encuentran los pueblos que integran la Red de Espejo de Sal, cercanos a las famosas Salinas Grandes. Son más de 30 familias que ofrecen actividades auténticas, como pasar una tarde de campo alimentando a las llamas y conociendo la forma de vida de las pastoras de la puna.
También podrán cosechar y sembrar papas, habas, maíz y elaborar quesos, así como preparar bebidas y alimentos tradicionales. A su vez, se puede contactar a la comunidad kolla de Tolar Grande, compuesta por alrededor de 20 familias, ya que también organizan diversas propuestas para los turistas, entre las que se destacan los talleres de artesanías y diversos eventos culturales.
En tanto, en el litoral se encuentran los wichis, Mbyá guaraní y tobas, distribuidos por Chaco, Formosa y Misiones. Los wichis conservan actualmente sus costumbres, lenguaje, arte y hasta su propia organización social. Ofrecen tours por edificios históricos de la época misionero-franciscana, caminatas por senderos naturales y jornadas de enseñanza de su idioma ancestral.
Por su parte, los guaraníes, que se encuentran a lo largo y a lo ancho de todo el territorio misionero, también cuentan con muchas actividades para turistas. Entre ellas se destacan las que hay en la aldea Yriapú, ubicada a pocos kilómetros de las Cataratas del Iguazú. Allí se podrán realizar senderos ecoturísticos dentro de la selva, recorrer los cultivos y aprender a reconocer los frutos comestibles de la zona.
Cerca de esta región también se ubica el poblado de Fortín Mboroyé, que hace unos años decidió abrirse a la actividad turística. En total, la población Mbyá guaraní se distribuye a lo largo de 80 aldeas, con una población total aproximada de casi 7000 personas. En Entre Ríos está el proyecto Baqueanos del Río Paraná, que ofrece paseos en canoas de madera, guías de pesca deportiva y conocer el humedal más extenso del planeta, observando la flora y la fauna autóctonas, compartiendo leyendas, anécdotas y visitando el Islote Curupi.
Por último, en la Patagonia hay muchas comunidades mapuches que se dedican al turismo rural comunitario. Un caso de éxito en este segmento es el de los mapuches puel, en el Paraje La Angostura, cerca de la ciudad neuquina de Villa Pehuenia. Con ellos se pueden realizar ascensos al cerro Batea Mahuida o conocer la laguna en el cráter. Luego, en Bariloche están radicadas varias familias que permiten que los pasajeros realicen artesanías con sus propias manos. Sobre la costa del lago Mascardi está el camping Relmu Lafken, manejado por la comunidad mapuche Lof Wiritray. Para llegar hay que desviarse en el kilómetro 2014 de la famosa Ruta 40 y continuar por un camino de ripio durante tres kilómetros y medio.
El predio tiene fogones, salón de usos múltiples, baños con duchas y agua caliente, y una proveeduría. Además, ofrecen servicios de degustación de comidas típicas, caminatas guiadas hacia Playa Leones, Laguna Llum y Mirador de la Isla Corazón. A su vez, en el paraje Quila Quina, ubicado a un costado del lago Lácar y a 18 kilómetros de San Martín de los Andes, vive la comunidad mapuche Curruhuinca, que comercializa alojamientos en casas de familia, paseos guiados a caballo, entre otros.