Con dos pisos por escalera, la única habitación de este hotel alemán cuenta con sala de estar calefaccionada con chimenea de gas, un televisor, baño completo más una bañera de hidromasaje.
Decorado con paredes blancas combinadas con pisos de madera que reflejan la estética arquitectónica de Baviera, acompañado de música de Verdi, sobresale por su pequeño salón comedor que se transforma prácticamente en la intimidad del hogar porque no hay conserjes ni personal de servicio ya a los huéspedes se les entrega las llaves del lugar durante el período de su estadía en el hotel.
Pese a que sus dimensiones son reducidas, las tarifas en euros sólo están al alcance de billeteras abultadas porque es un producto pensado para el turismo de lujo al que sólo accede el segmento ABC1 de alto poder adquisitivo.
Este hotel se construyó en 1728, a mediados del siglo dieciséis, para eludir las leyes matrimoniales que en ese entonces regían en Alemania donde, para poder casarse, se exigía a las parejas que demuestren ser propietarios de un bien inmueble.
Ante esta legislación, la pareja compraba el hotel, se casaba y después lo vendían para nuevos propietarios. Esta práctica llevó a ser bautizado como hotel Eh’Häusl que significa casa de matrimonio.
Recién a mediados de 1977 que comenzó a funcionar como hotel y en 2008 fue reformado aunque continuó su tradición originaria de albergar sólo a dos huéspedes.
A partir de la flexibilización de normas anti-Covid, especialmente en 2022, los hoteles; hostels; cabañas y alojamientos de Alemania tuvieron un total de 58,2 millones de pernoctes de huéspedes tanto locales como extranjeros durante agosto pasado que constituyó el récord del verano post-pandemia para esta nación europea.
Según estadísticas oficiales de su Oficina Federal de Estadística, Alemania registró un crecimiento del 4% de sus pernoctes hoteleros en comparación con el año pasado e incluso un 0,6% más que en 2019 cuando aún no había irrumpido la ola de contagios masivos de Covid-19.