Organizado por la asociación civil Gran Fondo cuyas ganancias se destinaron a proyectos sociales de la Asociación Civil EMA que combate la esclerosis múltiple y el comedor Los Pepitos, el circuito se diagramó a dos vueltas de 45 kilómetros cada una por tres autopistas y la avenida General Paz siempre vedada al tránsito permitiendo concentrarse únicamente en pedalear.
Con largada a las 6,30 que me obligó a pedalear media vuelta de noche disfrutando de una caravana iluminada por las luces rojas traseras de cascos y bicicletas, pasé por el aeroparque Jorge Newbery cuyos aviones eran lo único más veloz que Arian Etcheverry y Agustina Fernández que lograron sendas victorias en la clasificación general al rodar 90 kilómetros en 2h07m12s y 2h20m52s respectivamente.
Dejé atrás el estadio de fútbol de River Plate rumbo a la avenida General Paz que, contradiciendo su apellido, quebró toda armonía con un sinfín de subidas y falsos llanos que mermaron mi energía mientras bordeaba el estadio de Platense; el Dot Baires Shopping y Parque Sarmiento.
Los barrios de Núnez y Saavedra le abrieron paso al de Liniers donde enfrenté la trepada más ardua, un giro en U cuesta arriba hasta divisar las tribunas del Club Vélez Sársfield, jurista autor del código civil argentino que no legisló la eutanasia porque nunca pedaleó viento en contra presionado para que no lo alcance el camión escoba que barría con los rezagados que no alcanzaban el ritmo exigido por los organizadores.
La hilera biker dejaba ver a deportistas de prosapia como el médico deportólogo Thomás Ghergo, quien a sus 66 años relegaba a jóvenes como otrora lo hacía en cada triatlón IronMan y bien adelante tiraba la locomotora de Lucas Gaspart, entrenador del LGT Team que cruzó la meta en 2h17m que casi equivale a la velocidad de la luz.
Desde la autopista Perito Moreno se disfrutó de Buenos Aires desde arriba contemplando Mataderos, Flores, Caballito y Parque Chacabuco rumbo a Puerto Madero pasando por Tribunales donde mis colegas casi interponen un Habeas Corpus a mi favor hasta que aparecí en el horizonte con dirección al arco de llegada.
Junto con amigos, compañeros de entrenamiento o hermanados en la pista, el Gran Fondo Argentina resultó una carrera inclusiva porque tuvo categorías específicas para handbike y tandems en las sobresalió Martín Kremenchuzky, único ciego que completó el triatlón IronMan Brasil y ahora destrozó el cronómetro con 2h35m en 90K.
Ejemplo que refleja el progreso femenino en el ciclismo argentino, unas 467 mujeres se colgaron la medalla finisher que, además de cantidad, demostraron que también tienen calidad al liderar pelotones masculinos sin siquiera pedir una rotativa.
Ya transcurridas 24 horas de haber cruzado la meta, con ácido láctico hasta en el pelo, no tengo idea si bajaré las 3h29m o mejoraré el 24° puesto en la categoría MTB 55 a 59 años, sólo aseguro que -junto a mi bici Flecha de Plata- participaré de la edición 2024. Si terminaste de leer esta crónica, empezá a entrenar que vos también tenés que estar ahí.
(*) por Fernando Horowitz
Editor de ElDiariodeViaje. Periodista y abogado. Creador de Eldepornauta.com. Docente de las diplomaturas de Periodismo Digital e Informativo de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Jefe de prensa de empresas, emprendedores, ONG e instituciones.