Las Termas de Fiambalá, a pocos kilómetros del centro, son su atractivo más conocido, con piletas naturales escalonadas a distintas temperaturas, rodeadas de montañas rojizas. Son ideales para descansar y recuperar energías.
El turismo del vino también crece con bodegas artesanales que producen varietales de altura, como syrah y malbec, bajo un clima árido que realza su sabor. La Ruta del Adobe, que une iglesias coloniales y antiguos caserones, enriquece la experiencia con historia y arquitectura patrimonial.
El turismo astronómico se volvió una propuesta distintiva, gracias a la calidad del cielo catamarqueño y a nuevas experiencias de observación nocturna guiada con telescopios y relatos ancestrales.
Los alojamientos en Tinogasta y Fiambalá son sencillos pero confortables, con hosterías, posadas familiares y opciones de glamping. Se recomienda reservar con antelación en invierno, cuando el clima es ideal.
El destino se fortalece como punto estratégico para explorar volcanes, dunas y el Paso de San Francisco hacia Chile, una de las rutas de alta montaña más impactantes del país.
Tinogasta ofrece una síntesis perfecta entre aventura, relajación y cultura ancestral. Una joya del noroeste argentino aún poco conocida por el turismo masivo.
Catamarca es un destino emergente con potencial para posicionarse entre las nuevas opciones de viajes por la Argentina. El gobierno provincial desplegará acciones específicas para impulsar su turismo potenciándolo con la cultura y el deporte local para atraer visitantes de todo el país.