En plena crisis sanitaria por la irrupción de la variante Ómicron que afectó a geriátricos y trabajadores esenciales, Australia ya llegó a un total de 2,4 millones de infectados desde marzo de 2020, período en el que se produjeron 4.250 fallecimientos a causa de esta pandemia.

“Somos estrictos, sólo podrán ingresar a nuestro país quienes tengan las dos dosis de la vacuna”, afirmó el primer ministro australiano, Scott Morrison, al término de una reunión de gabinete celebrada en la ciudad de Camberra.

Después de un cierre absoluto de sus fronteras en marzo de 2020, había comenzado a abrirlas progresivamente en noviembre pasado a residentes y ciudadanos para luego extenderlo a trabajadores temporales y estudiantes extranjeros, así como a viajeros de Nueva Zelanda, Singapur, Japón o Corea del Sur. Todo esto no avanzó a la velocidad programada porque, en diciembre, irrumpió la variante Ómicron que modificó los planes gubernamentales.

Aquellas personas que no están vacunadas, deben solicitar un permiso especial de viaje que, en caso de ser concedido, tendrán que realizar una cuarentena en un centro estatal según explicó la ministra del interior Karen Andrews.

Según datos oficiales, el turismo es fuente de 660.000 empleos en Australia generándoles un total de 38.510 millones de euros en ingresos previo al cierre de fronteras decretado por el gobierno cuando comenzó la pandemia de coronavirus. 

Desde el aeropuerto internacional de Sydney, en declaraciones pronunciadas ante las cámaras del Canal 7 de la televisión local, el ministro australiano de turismo, Dan Tehan, estimó que el sector disfrutará de “una fuerte reactivación a corto y mediano plazo”.  

Con vistas a la recuperación del sector, Tourism Australia destinó 25,4 millones de euros para una campaña multimedial para captar visitantes extranjeros en esta nueva etapa en la que ya no se cerrarán las fronteras ni se confinará a la población.