Ubicado en la prefectura de Yamanashi en el centro de Japón a cien kilómetros de la capital Tokio, el monte Fuji es la cima nipona más alta gracias a sus 3.776 metros sobre el nivel del mar.
Se trata de un volcán que integra el llamado Cinturón de fuego del Pacífico que se generó hace 100.000 años y fue creciendo a fuerza de numerosas erupciones, la última de ellas en 1707 que se extendió a lo largo de dieciséis días.
Cada temporada es visitada por 220.000 montañistas entre los meses de julio a septiembre que es el período donde las condiciones climáticas permiten escalar la cumbre más alta de Japón cuyo ingreso estará vedado desde las 16 horas hasta las 2 de la mañana.
"Tras el levantamiento de las restricciones ambulatorias impuestas por la pandemia de Covid, comenzó a incrementarse la cantidad de gente que intenta escalar el monte Fuji y queremos que lo hagan con indumentaria técnica específica para semejante exigencia física”, explicó Toshiaki Kasai, una de las autoridades responsables del gobierno local.
El funcionario expresó la preocupación estatal anta los numerosos casos de turistas que ascienden al monte Fuji con equipamiento insuficiente o de excursionistas que duermen en el mismo sendero e incluso encienden fogatas para calentarse.
Según Kasai, en base a las estadísticas oficiales, muchos de los accidentes en el Monte Fuji se producen porque se intenta escalar la cumbre de 3.776 metros sin detenerse a descansar y luego la fatiga deriva en caídas, desmayos e incluso decesos.
El volcán todavía activo cuenta con otras tres vías principales de acceso que seguirán siendo gratuitas aunque el sendero Yoshida, de accesibilidad relativamente fácil desde Tokio, es elegido por el 60% de los excursionistas.
Los japoneses veneran a esta gran montaña cuyo ascenso a la cima se tornó una peregrinación al interior de uno mismo.